“Las profesas visten vestido blanco con fajín azul y velo negro: llevan un crucifijo con una cadena al cuello. Los profesos de perpetuos también llevan el anillo”. (Const. 86)
“El hábito es el signo exterior más evidente de nuestra condición religiosa y de nuestra Congregación”. (Const. 87)
La vestimenta es un elemento antropológico de gran importancia, tanto que es un rasgo cultural y de la evolución civilizatoria de regiones y poblaciones enteras.
En la vida religiosa, el hábito adquiere importancia cuando nacen formas organizadas de vida consagrada. Pero ya San Cipriano, obispo de Cartago, en su obra LA DISCIPLINA DE LAS VÍRGENES escribe: “La continencia y la castidad no consisten sólo en conservar intacta la propia carne, sino también en la decorosa modestia de vestirse y vestirse, de modo que, según al Apóstol dijo, la que se abstuviera del matrimonio, debe mantenerse inmaculada en cuerpo y espíritu.”
Las controversias en torno al hábito religioso no son en vano: la historia, la sociología, la psicología y la teología encuentran en ellas un campo de investigación interesante y la historia enseña que los valores constantes en la tradición del hábito religioso son la sencillez, la pobreza y la modestia.
La vestimenta de las Hijas de Santa María de Leuca, que en el Directorio se llama “sencilla y decente” (Dir.71), es pues fiel a esta tradición constante.
Que esto no es una cosa secundaria lo prueba también el hecho de que el mismo Concilio Vaticano II hable de ello en sus directivas sobre la renovación religiosa, aunque con una afirmación sencilla, pero de gran significado: “El hábito religioso es signo de consagración religiosa. . ” (PC 17)
Así se destaca que el hábito religioso es también expresión de una doctrina: es decir, de la forma de concebir la vida religiosa concretamente y de su papel en la sociedad en la que viven los religiosos.
El hábito no hace al monje, dicen; pero el hábito expresa lo que es el monje.
El hábito como tal, y por tanto también el hábito religioso, tiene un fuerte valor comunicativo y si la vida religiosa tiene un mensaje válido para el mundo contemporáneo, lo ve transmitido también a través de la vestimenta de sus adherentes.
Expresa también la sabiduría y la moderación de los Fundadores: no la ambigüedad o la fantasía de la moda, pero tampoco el anacronismo que haría que la vida religiosa pareciera una reliquia del pasado.
La Fundadora de las Hijas de Santa María de Leuca ha demostrado que posee tal sabiduría y moderación, porque en los cincuenta años de vida de la Congregación sólo se han hecho algunos ajustes menores al hábito original, dictados por necesidades prácticas.
UN VESTIDO MARIANO
Fiel a los cánones tradicionales y atenta a la inspiración de su carisma, la Fundación Madre Elisa ha diseñado para sus hijas un vestido claramente inspirado en lo que relata santa Bernardita sobre las apariciones de la Madre de Dios en la gruta de Massabielle: “un vestido blanco vestido ajustado por una cinta azul “(Laurentin, Vie de Bernardette, página 58)
VESTIRSE CON CRISTO
Los vestidos religiosos “expresan también una teología”, por lo que las Hijas de Santa Maria di Leuca también dan a su hábito el significado de “revestirse de Cristo”. Es decir, aplican, por analogía, lo que el apóstol Pablo escribe repetidamente sobre la vida en el Espíritu: como si María, la Inmaculada Concepción, les dirigiera la invitación: “Vestíos del Señor Jesucristo y no sigáis la carne en vuestro deseos” (Rom 13,14). “Renovaos en el espíritu de vuestra mente y vestíos del hombre nuevo, creado según Dios en la verdadera justicia y santidad” (Ef 4, 23-24). “Vestíos, pues, como amados de Dios, santos y amados, de sentimientos de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia” (Col 3,12).
EL VELO
En todo el ámbito mediterráneo y en la misma Biblia, el velo expresa una particular consagración a la divinidad. El velo negro que completa el vestido de las Hijas de Santa María de Leuca es, como en toda tradición, un signo de renuncia a la vanidad y de consagración virginal. San Pablo habla del “casco de la salvación” para llevar junto con toda la armadura espiritual para defenderse del Maligno. Porque se les da el velo de su encomienda a María: la que venció al Maligno con su inmaculada concepción.